Desiderátum o delirium trémens

Pienso en un Zulia del futuro, con sus conflictos y contradicciones, en búsqueda del respeto a la diversidad étnica y a las diversidades e identidades sexuales y de género. Un estado y una Venezuela donde haya matrimonios igualitarios, pleno derecho al aborto, legalización de drogas hoy prohibidas. Se legisle y sancione anomalías digitales agigantadas como la cultura de la cancelación.

Monzantg

Monzantg

Maracaibo, 1967. Historiador.

PENSAR EL ZULIA DEL FUTURO

Pensar el Zulia del futuro conjura filosofía política, imaginación, deseos, fantasías, proyectos ambiciosos y uno o dos actos de exorcismo masivo; algo más de magia y mucho realismo político para atender hambruna y ruina física y mental; para reequilibrar instintos y salir del estado de pillaje permanente, y, de parte del Estado, atar furias delictivas espontáneas y organizadas, devolver agua, electricidad y un mercado regular de oferta-demanda de trabajo, productos, salud, educación, transporte y seguridad pública. En regiones más maltratadas como el Zulia, casi implica partir de lo que había entre 1830 y 1936, que relaciono con las Casas muertas de Otero Silva.

Atendido el caos de un cuarto de siglo de guerra civil, no entre dos bandos de naturales de un país, sino de un gobierno contra su pueblo; con intervención local y nacional, y participación internacional, comenzaría una reconstrucción.

En dos miradas, la de lo físico o urbano, y la espiritual, civil o ciudadana; lo urbano lo uno a clima y paisaje. Urge lo increíble por básico: ciudades y pueblos con naturaleza viva en avenidas, calles y caminos muertos de sol y aridez. La arborización no es tema menor en una región a la que ni el sol ha amado.

La mirada civil me lleva, primero, a la reeducación del inciudadano: promoción masiva de respeto a normas básicas de convivencia familiar, vecinal y comportamiento público, individual o en grupo. Sin aspirar paraísos civiles, que las instituciones funcionen. 

«Dado lo que hay, el Zulia futuro incluye uno de los mayores retos: organismos de seguridad policial y militar sin el delito como modo de vida en nombre de su rol público».

Una tercera mirada me lleva a la vieja confrontación centralismo-anticentralismo que definió la historia del país por doscientos años.

Cuando Napoleón Bonaparte presentó su proyecto para construir la gran París, le preguntaron cómo sería financiado: “exprimiendo Francia”, dijo. Cuando planteó la gran Francia: “exprimiendo Europa”. De haberle preguntado por la gran Europa, destajaba dos o tres continentes, a imitación de otros estados colonialistas: español, portugués, inglés, belga, holandés.

Durante dos siglos, gobernantes venezolanos –autócratas y demócratas, civilizadores y destructores– privilegiaron el desarrollo urbano y humano de la capital nacional, a expensas de veintitrés entidades federales; sobre todo del Zulia de la primera mitad del siglo XX y la explotación petrolera a gran escala.

Pero las capitales de esas veintitrés entidades, incluida Maracaibo, siguieron el modelo. Napoleones criollos, los gobernantes de Maracaibo exprimieron el Zulia y urbanizaron más y mejor la capital zuliana, de modo que Cabimas, Ojeda y el resto de la Costa Oriental del Lago, la Guajira, Perijá o Sur del Lago, padecen centralismo marabino, maracucho, maracaibero.

Lo interesante es que, en Cabimas, Ojeda o Machiques, son los mismos seres humanos replicándose: la capital municipal deprime económicamente al resto del municipio. Incluso, si se observa la ciudad de Maracaibo, lo mejor del desarrollo urbano se concentra en pocos kilómetros: Norte-Sur, entre las calles 62 (o Avenida Universidad) y la 77 (o Avenida 5 de Julio); Este-Oeste, de la avenida El Milagro hasta pocos kilómetros después de la avenida Delicias. El resto de la ciudad, y del extenso municipio Maracaibo, padece microcentralismo local-urbano, presente en grandes ciudades como Caracas, Bogotá o Buenos Aires.

Pensar el Zulia del futuro plantea encrucijadas. Hay que insertar la región en la dinámica económico-política del país, el continente y el mundo, y eso implica mantener modelo extractivo-agropecuario e insertarse en el mercado internacional de otros productos y servicios, sobre todo vía digital, de profesionales y operarios de todo tipo. Y hay que pensarlo desde este momento geopolítico pospandémico, multipolar y en guerra constante -de viejas y nuevas potencias- por las mismas causas de hace milenios: territorio, recursos, botín de guerra e influencia geopolítica, con encarecimiento en precios de alimentos, combustibles y toda la cadena de importación-exportación. 

Más allá de Ucrania, los golpes de Estado y las guerras civiles en África del siglo XXI, revelan expansión militar y paramilitar rusa y china, y conflictos de intereses con otras  potencias mundiales. Mientras, América Latina no deja de producir neocaudillos ultrapopulistas, ahora de extrema derecha, como lo fueron de izquierda hasta mitad de la década de 2010.

En lo local, hay a quienes seduce la tentación de lo imposible: imaginar el Zulia y Venezuela sin la élite económica y política que gobierna el país desde 1999, lo cual implicaría otra guerra, ahora sí más directamente pueblo contra pueblo; o –retórica de caudillos e imaginación de quienes empequeñecen en vez de sumar– un Zulia independiente de Venezuela.

Es más realista pensar el Zulia con la nueva élite empresarial chavista predominante en la economía local, como en los primeros años de la llamada cuarta república lo hicieron empresarios que enriquecieron durante la dictadura perezjimenista; y los representantes políticos de esa élite empresarial chavista coexistiendo con representantes políticos de las élites económicas afines a los diferentes antichavismos. Merecemos terceras opciones.

En cuanto a la entelequia de un Zulia independiente, mejor pensar el Zulia (y Venezuela) como el historiador Eric Hobsbawm observó que se desarrollaron las potencias mundiales, por la fuerza dinámica de cinco factores geoestratégicos: tres físicos o naturales, y dos humanos. Como región de Venezuela, el Zulia cuenta con cuatro de esos factores: suficiente territorio con suficiente población para explotar abundantes recursos naturales y producir riqueza, unido a una ubicación geográfica privilegiada con acceso a los océanos Atlántico y Pacífico, vía mar Caribe o Canal de Panamá.

Con suficiente territorio, población, recursos y fácil acceso a los océanos, al Zulia (y a Venezuela) solo ha faltado el segundo factor humano: una élite cohesionada en torno a un proyecto económico y político, regional y nacional, con resguardo de libertades civiles y Estado de Derecho, y un Estado ordenador-regulador con la suficiente coherencia y madurez para el desarrollo de un aparato económico diversificado que se consolide durante al menos dos o tres generaciones.

Excelente oportunidad para, a imitación de China, construir nuevos barrios y urbanizaciones en zonas despobladas, y movilizar poblaciones enteras de los barrios marginales a esos nuevos centros urbanos; para destruir esos barrios marginales desocupados, reconstruir, seguir movilizando, destruyendo y reconstruyendo durante los próximos 100 años: largo plazo, como China y otras potencias.

¿Y cómo financiarlo?

Las élites empresariales, viejas y nuevas, locales, nacionales e internacionales, chavistas y antichavistas, exprimirán a propios y extraños durante esos cien años, y más.

No hay otra manera de pensar el Zulia del futuro que inserto en el capitalismo internacional. No porque sea la mejor opción, sino porque el actual sistema financiero y político internacional fue diseñado y sigue liderado por potencias mundiales que disputaron, ganaron o perdieron la segunda guerra mundial. Sistema del que hoy forman parte potencias y países que preferirían no llamarse capitalistas, como China después de Mao y la Venezuela de la élite empresarial-política que gobierna desde 1999, pero lo son.

Pensarlo desde el realismo implica reconocer que toda élite económica-política desarrollará el Zulia en beneficio propio y no de todo zuliano, pero sí a expensas del trabajador al que pagan lo suficiente para que siga trabajando; no demasiado, para que necesite sueldo mensual. Saber que el crimen organizado, incluida la industria del narcotráfico, seguirá presente, con consecuencias como inseguridad pública y ciudadana, junto a otros dramas propios del entorno. Al pensar el Zulia del futuro con todas sus dificultades, veo más viable estabilizar macro y microeconomía que resolver problemas como inseguridad pública, porque empresarios de negocios ilícitos tienen negocios legales, y desde ambos espacios financian campañas electorales y suman lealtades jurídicas, políticas, policiales y militares.

El milenario antagonismo socioeconómico propietario-trabajador, rico-pobre, élite-mayorías, está registrado desde la primera civilización de la que se conoce escritura, la antigua Sumeria, en lo que hoy es Irak, donde una élite sacerdotal esclavizó en nombre de dioses hambrientos que le dieron la misión de hacer trabajar a otros para alimentarlos.

Que muchos seres humanos produzcan riqueza para pocos no cambió en diez mil años, y seguirá en el Zulia del futuro. Lo que nos lleva a otro vicio, a unos intermediarios prescindibles: los sindicalistas. En un futuro deseable es más fácil deshacerse de estos intermediarios que de desigualdades socioeconómicas. Y deshacerse de ellos es pensable con grupos de presión digital, por ejemplo. Dada la historia humana, no es difícil imaginar que esos grupos trabajarían en beneficio privado, lo que avizora conflictividad permanente: forma parte de la participación.

El realismo pesa. No es fácil resolver futuros si cualquier ser humano es capaz de hacer cualquier cosa, lo mejor y peor, lo horrendo y lo más bello, en cualquier momento y lugar.

Por eso pienso el Zulia del futuro, con sus conflictos y contradicciones, en búsqueda del respeto a la diversidad étnica y a las diversidades e identidades sexuales y de género. Un Zulia (y una Venezuela) donde haya matrimonios igualitarios, pleno derecho al aborto, legalización de drogas hoy prohibidas. Se legisle y sancione anomalías digitales agigantadas como la cultura de la cancelación: talibanismo online de mujeres y hombres hipersensibles que cancelan el derecho a disentir en nombre de lo políticamente correcto.

Un Zulia que vele por otros derechos digitales, a ejemplo de la Unión Europea y otros países que, desde el Estado, regulan y sancionan a Google, Facebook o Amazon.

Quedan ideas por fuera, polémicas y necesarias, para el futuro deseable de una región destruida y reconstruible.