Superamos la destrucción nuclear

3 de noviembre del 2092, el día en el que la tierra dejó de existir como la conocíamos. Muchos expertos nos advirtieron, pero nadie quiso escuchar. Los recursos naturales parecían inagotables y eventualmente creímos que serían eternos. Jugábamos con armas nucleares como si la vida fuese solo eso: un juego.

Elvimar Yamarte

Elvimar Yamarte

Maracaibo 1996. Periodista de la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica)

DISCURSO DE INAUGURACIÓN DEL PASEO DEL LAGO DE LA RESILIENCIA

Nada podía salir mal, parecía la corriente mayoritaria de pensamiento. Ese día, una bruma densa y oscura comenzó a bajar del cielo, como una nube gris en un temporal. La gente se detuvo en las calles sin dar crédito a lo que veían. 

 

Alguien recordó la plaga de langostas que se menciona en La Biblia, pero la realidad era mucho peor. La bruma lo cubrió todo y segundos después cuerpos inertes cayeron al suelo ante la mirada estupefacta de quienes admiraban la escena bajo techo. El aire se contaminó con una rapidez inigualable, sin darle la más mínima oportunidad a quienes momentos antes caminaban libremente por las calles.

 

La voz se corrió y, sin saber mucho, personas de pueblos distantes empacaron sus cosas y buscaron cobijo en lugares ventilados, alejados de la civilización y de todo lo que conocían. Algunos, incluso, podían ver a lo lejos la bruma extenderse, pero sin tocar los alrededores de sus nuevos hogares. El mundo guardó silencio. Todos los aparatos electrónicos dejaron de funcionar y la oscuridad tomó protagonismo junto con la incertidumbre. ¿Qué había pasado? ¿Acaso era el fin? Los sobrevivientes no tenían la respuesta aún.

 

Con todas las herramientas con las que contaban, crearon cuevas subterráneas funcionales para comenzar una nueva vida. No bastaba solamente con sentirse a salvo, debían asegurarse de lo que lo estuvieran. Días, meses y años pasaron y las colonias subterráneas crecían cada vez más. Muchos tenían habilidades especiales y no faltó mucho para que uno de ellos descubriera la forma en la que podríamos volver a existir fuera de la colonia.

 

La tecnología existía, solo que afuera, en ese mundo que ya no estaba, del que poco se sabía, pero que necesitábamos más que nunca. Pequeñas expediciones fueron la puerta de entrada a ese renacer que tanto esperábamos. Muchos entregaron su vida por la esperanza de un nuevo mañana y a ellos les debemos la conquista.

 

Después de numerosos ensayos y errores, el 24 de junio de 2180, un equipo de expertos instruidos por el científico Numan Pompilio Sánchez, fallecido en el año 2153, le dieron vida a una nueva sociedad denominada La Cúpula. Usando tecnología anteriormente dedicada a la seguridad de residencias y casas de familia, Lucas Evangelista Rincón y José Manuel Andrade crearon un sistema de filtrado de toxinas que permitía respirar aire fresco por primera vez en más de 100 años fuera de las colonias. 

 

El sistema eléctrico cercaba pequeños espacios filtrando el aire que corría a su alrededor de manera que todo aquellos que pasara de los límites fuese respirable y pudiese cumplir el ciclo de transformación de oxígeno a dióxido de carbono y viceversa. 

 

El proceso se inició con plantas creadas en las colonias y poco a poco fue probado con seres humanos. El perímetro fue extendiéndose progresivamente y, en enero de 2201, oficialmente abandonamos el que había sido nuestro hogar por más de un siglo y comenzamos a vivir en La Cúpula.

 

Ese mismo año nací yo, Lucía Manuela, en honor a los hombres que le devolvieron la esperanza a una tierra que se creía perdida. Fui el primer bebé en nacer en tierra firme, fuera de la colonia. Mi familia ayudó a activar las radiofrecuencias para comunicarnos con el mundo exterior. Aprendimos que vivíamos en un lugar que solía llamarse Zulia y que la gran extensión de fango frente a nosotros era un lago donde había existido un ecosistema increíble. Logramos contacto con personas de un lugar llamado Alemania que habían desarrollado técnicas que le devolverían la vida a paraísos naturales, como ese lago o las montañas y arboledas que nos habían cuidado todos estos años.

 

Es un inmenso placer para mí anunciar hoy, 15 de agosto de 2225, la abertura del Paseo del Lago de la Resiliencia, mirador oficial del lago que hoy finalmente recibe vida marina de todos lados del mundo para devolver la vitalidad que una vez tuvo. Nuestros antepasados atesoraron este lugar con todo su corazón, dedicándole música y poesía, convirtiéndolo en un elemento fundamental de lo que significa ser de aquí, del Zulia, de la tierra que vio nacer al hombre que plantó la semilla para que hoy pudiéramos estar aquí respirando aire puro sin miedo. A él y a todos los que dieron su vida para que estuviéramos aquí hoy, mi más sincero agradecimiento. Hoy damos un nuevo paso hacia el futuro, con la esperanza de continuar recuperando espacios que una vez perdimos. ¡Por la esperanza! ¡Que viva!

Elvimar Yamarte

Elvimar Yamarte

Elvimar Yamarte. 27 años. Maracucha de corazón carioca. Emigró a Río de Janeiro en 2019, buscando vivir sin miedo. Periodista de la Universidad Católica Cecilio Acosta con gran pasión por las Letras y la Docencia. Actualmente se desempeña en el ramo hotelero.