El Zulia y la vuelta
al agua

Estamos a punto de celebrar en el mundo los primeros 100 años libres de conflictos tras el final de la Gran Guerra.  Los años han pasado, muchos años, y el Lago permanece aún como referente de la vida y de una sociedad que evolucionó para salvarlo y salvarse.

Jesús Martínez Soto

Jesús Martínez Soto

Maracaibo 1979. Periodista especializado en asuntos políticos y diplomáticos.

24 DE OCTUBRE DE 2163

A las 10 de la mañana se confirmaba la llegada de la última de las delegaciones. Maracaibo, capital Norte de Sur América, estaba lista para acoger la 6ta Cumbre de las Regiones.

Arcadio surcaba a toda velocidad las cristalinas aguas de la bahía hacia la plataforma habilitada para la celebración. Capitaneaba su barco volador movido por hidrógeno verde, heredero del SpiritBARTech35EF, que hace 140 años, en un incipiente intento de abandonar la energía fósil, ya se movía por electricidad. Llevaba consigo a la oradora principal de la inauguración de la Cumbre.

Sinesia Soto Alcántara había cumplido recientemente 95 años y era una de las figuras históricas del movimiento Vuelta al Agua. Representantes de todas las regiones habían venido solo por escucharla.

Aunque el tema principal del evento estaba centrado en la organización de las celebraciones por el primer centenario del inicio de la paz, las delegaciones que visitaban por primera vez la Región llegaban ansiosas por aprender del crecimiento que había experimentado en las últimas décadas la zona.

Tenía los ojos cerrados y suspiraba, como recordando. Mientras, todos esperaban en silencio. La sacó del trance una suave brisa que hizo ondear su blanca cabellera y comenzó su discurso.

Me han pedido que hable sobre cómo hemos logrado prosperar en esta tierra, pero para poder explicarme debemos recordar los dolorosos desafíos que hemos enfrentado como especie en los dos últimos siglos.

La humanidad está a punto de celebrar el logro de pasar 100 años sin ningún tipo de conflicto armado. Pero no hemos estado exentos de sufrimiento. Una vez fuimos 8 mil millones de personas cohabitando este planeta, pero ahora apenas somos 300 millones de almas.

Nuestro planeta todavía se repone del calor generado por las detonaciones nucleares que marcaron el inicio de la Gran Guerra. El conflicto que cambió la historia y que nos desangró por décadas. 

Ese mismo calor que aceleró el deshielo de los casquetes polares provocando que cientos de ciudades costeras en todo el mundo desaparecieran bajo el mar, mientras que otras zonas del planeta morían sofocadas por interminables sequías.

Y cuando el sonido de los misiles había cesado y la tierra parecía en calma, las consecuencias de ese calor despertaron también al que fue el más letal de nuestros enemigos, un virus que dormitó congelado durante cientos de miles de años y que trajo consigo una pandemia que redujo drásticamente la ya diezmada población mundial y acabó con la poca estructura social y económica que nos quedaba.

Siendo apenas una niña me tocó vivir esa terrible peste y pude ser testigo de cómo la enfermedad ahogaba poco a poco a la humanidad. Aquel mundo global del que hablaban los ancianos, en el que todo estaba conectado y en el que volaban miles de aviones cada día cruzando países y continentes había desaparecido. Las ciudades se cerraron para protegerse de las enfermedades y así quedamos cada vez más aislados.

A finales del siglo pasado, los jóvenes nos encontramos desolados, sin esperanza. Heredamos un mundo enfermo, contaminado y acabado tras décadas de guerras, catástrofes naturales y pandemias. 

Recuerdo que un grupo de amigos escuchamos un día a una abuela, casi tan anciana como yo, que nos lanzó una terrible advertencia: “Warushar está enferma, si Warushar muere, todos moriremos con ella”. Altagracia era una mujer añú que nos contó que una vez, no hacía mucho tiempo atrás, su familia vivía a orillas de una laguna llamada Sinamaica, que se había borrado tras la crecida de las aguas. Ahora sus casas estaban bajo el agua, en un mundo al que también su familia llamaba hogar. El agua para nosotros es la vida y también la muerte”, nos dijo.

Warushar era su laguna y también este lago cristalino sobre el que nos encontramos ahora y que una vez estuvo agonizando, negro y con hedor a muerte.

La religión antigua nos había enseñado que veníamos de la tierra. ‘Del polvo vienes y al polvo regresarás’, nos hicieron repetir. Pero un buen día, este pueblo zuliano, que hoy se enorgullece de ser la capital de esta vasta región Norte de Sur América, decidió atender a la sabiduría de sus ancestros y, tras siglos dando la espalda a nuestra bahía, decidimos que había que ‘volver al agua’, porque como bien sabían los añú que nos precedieron “el cuerpo vive del agua, nació del agua y podía renacer del agua”.

Rápidamente comprendimos que cualquier oportunidad de renacer, cualquier oportunidad de levantarnos como un pueblo próspero y feliz, estaba relacionada con el moribundo lago. “Si Warushar muere, todos moriremos con ella”. Si el lago muere, moriremos todos con él.

Y así nació el movimiento Vuelta al Agua. Tuvimos el valor de detener cualquier actividad relacionada con energía fósil y pasamos años saneando el lago e invirtiendo en energías limpias, y así hemos crecido en prosperidad conviviendo con nuestro Warushar. Hoy, toda nuestra actividad económica, turística, social y cultural gira en torno al lago. Así como el dios de los añú, Ariyuu, creó a la humanidad del agua, nosotros hemos logrado renacer rescatando nuestra principal fuente de agua dulce, nuestra fuente de vida. 

Mientras pronunciaba las últimas palabras de su discurso, una extraña expresión de tristeza se apoderó del rostro de Sinesia. —¿Lo olvidarán?, se preguntó en un murmuro. Sabía que los humanos tienen mala memoria y temía que la historia pudiera repetirse.

«Inspirado en los relatos de las añú Josefita Márquez y Altagracia Delgado, citadas en La cosmogonía Añú. LUENGO, Ángel. Universidad Católica Cecilio Acosta (2005)».

Jesús Martínez Soto

Jesús Martínez Soto

Periodista especializado en asuntos políticos y diplomáticos. Profesor invitado en la cátedra de Comunicación Externa del Master de Comunicación Estratégica y Marketing Político de la Universidad de Murcia - Vonselma Education.
Licenciado en Comunicación Social y diplomado en Derechos Humanos por la Universidad Cecilio Acosta, máster en Relaciones Internacionales y Comunicación y doctorando en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid.
Ha sido periodista y editor de la sección de internacionales del Diario La Verdad, profesor de Semiótica en la Universidad Cecilio Acosta y cuenta con una amplia experiencia en equipos de Comunicación Externa dentro del mundo diplomático en España.